Hago fotografías. Las miro, las interrogo. Pienso en que me dicen, que se dicen entre ellas y por qué. Pienso en si estoy descifrando significados escondidos inconscientemente dentro de las imágenes, o si los estoy construyendo encima en un ejercicio de sobre- interpretación. Pienso en sí después de pensar esto es posible todavía una respuesta.

Quizás sólo fotografío para pensar. Quizá la limitación del medio me sirve para no perderme en esta realidad que se nos presenta como ilimitada, aislándola en pequeños fragmentos de espacio, tiempo y posición; reduciéndola a un catálogo de elementos, lugares y situaciones para poder mirar y pensar por partes.

Quizás esta catalogación obsesiva y neurótica es una manera de ordenar el mundo, de poderse situar delante de la realidad e intentar entender el malestar, el cansancio y la alienación que nos provoca. Intentar pensar en imágenes este sistema socioeconómico que nos atraviesa, esta supuesta libertad sin límites, esta obligación de realizarnos, de ser nosotros mismos, este sistema de auto-producción constante de identidad donde se nos quiere hacer creer que ya no somos lo que somos, ni ya somos lo que tenemos, sino que sólo somos lo que parecemos.

Quizás a través de las imágenes podemos captar los síntomas de esta enfermedad que va creciendo bajo la apariencia de que todo va bien. Identificar los elementos de tensión, los errores y las anomalías que ponen en evidencia esta enfermedad, y que por tanto al mismo tiempo nos recuerdan que contra todo pronóstico aún estamos vivos.

Pero como se han de leer, interpretar y significar las imágenes, cuando hoy estas imágenes ya no sólo representan el mundo sino que le dan forma a través de la producción masiva, la computación o los algoritmos de reconocimiento de patrones en el ámbito de esta parte de la realidad que llamamos virtual?

Quizás hay que preguntar a estos mismos algoritmos que hemos creado y educado con el objetivo de que puedan entender el mundo de forma autónoma. Estos mecanismos que como yo intentan catalogar la realidad fragmentando-la en pequeñas partes, para luego leerlas, interpretarlas y aventurarse a definir un significado. Quizás del diálogo entre mi catálogo de la realidad y la interpretación que hacen los sistemas de reconocimiento de imágenes que hemos creado pueden salir algunas pistas para seguir pensando qué significan las imágenes.

Escucho el diálogo. Busco el ruido de estos mecanismos que interpretan las imágenes. Interrogo los algoritmos para entender la lógica e ideología que los define. Y pienso en si están descifrando significados escondidos inconscientemente dentro de las fotografías o si los están construyendo encima en un ejercicio de sobre-interpretación.